Por Bruno Maña.
El presidente advirtió que no permitiría ningún show mediático en la liberación de los militares y policías que estaban en manos de las FARC, con lo cual quedaba hecho el anuncio de que efectivamente iba a ser un show mediático. Pero lo que quería decir este enviado de Saurón, era que iba a evitar en lo posible, que alguien que no fuera él o los militares se quedaran con algún crédito político sobre los hechos. Aunque ya casi no me acerco al ruido televisado, por precaución y salud mental, me dediqué a seguir el suceso en un televisor con mala señal y algunas visitas al enredado social del cibervicio. Todo fue luces, cámara y reacción.
Era inevitable que se hiciera tanto ruido ante la magnitud de los hechos, dijeron desde sus entrañables corazones, los locutores, presentadores y editorialistas, y fue por eso que se enardecieron las emociones. No era para menos, para nadie era mala noticia que los retenidos salieran a este eufemismo que es la libertad. Bien por el esfuerzo realizado por los gestores de esta hazaña, es el consenso, pero las emociones no se pueden dejar volando por ahí, somos un pueblo peligroso, así que salga el presidente.
Y el presidente salió bien maquillado y hablo y no dijo nada, (y en eso se parece a la mayoría de presidentes, lo cual es un orgullo nacional), especuló sobre el número de secuestrados, dio las gracias sin mirar a quien, incluyó su dramatismo a la desvergüenza nacional e invocó a los espíritus del mal, para reafirmar que no hay salida para este pueblo impaciente, así que quedamos casi en las mismas, pariendo borugos (los borugos son animales del paramo en vía de extinción), inmersos en la guerra y en una que otra polémica innecesaria, porque como dice Falcao, así vivirás la pasión por tu equipo, aunque sigan matando a aquellos que legítimamente reclaman su tierra.
Enseguida el croar de las ranas por aquí y por allá para amplificar el mundo encantado del presidente, caras de indignación, los comentarios de los expertos. En Caracol, donde un humanoide traído de CNN ahora oficia como director, se les coló un gringo que dijo que el gobierno se mantenía en la arrogancia y no quería la paz, y de una lo cortaron por que había que darle pantalla a Piedad (después se la cobramos) que ya había empezado a hablar desde hacia algunos minutos. Expectativa por conocer los resultados de los exámenes médicos de los liberados, toda la realidad cabe en el formato del reality. Al final descubrimos atónitos que los policías y soldados tenían las enfermedades del colombiano promedio sumergido en el sistema de salud (cifras oficiales).
Torturas, suplicios, libertad, engaños, crueldades, reaparecen en las frases encajonadas y en noticias reiterativas que ya no nos contaban nada. En la W, alias julito, agradecía enormemente a Piedad Córdoba (más allá de que le cayera muy gorda) por su gestión en las liberaciones, pero enseguida le soltaba a un seudo -periodista (que me imagino que tienen enjaulado en los estudios) para que le preguntara lo mismo de siempre tratando de enlodar su labor ante la angustiada opinión pública, y enseguida una española haciendo el papel de extraterrestre desubicada, trataba de interrumpirla para preguntarle sobre lo obvio de manera tajante. Nada le preguntaron sobre los presos políticos en las cárceles, eso lo resolvió algún ministro, argumentando, en el cenit del delirio, que esto no era una dictadura y que por tanto no existía ni un solo preso político en el país. Esos son los partidos que nos tocan. Aquí no pasa nada, solo es la misma guerra mandándonos a dormir.
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