La grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza qué conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo.
El reino de este mundo, Alejo Carpentier.
Guardián de la puerta de valor
déjame entrar
para decirle a Dios
que ya no aguanto más
lo que es la realidad.
Fragmento de la canción favorita de La Pola.
I. El chinche: un niño encapuchado.
Llegamos pasadas las diez a la
esquina en donde se aguanta al ejército oscuro noche tras noche desde hace un
mes. La primera línea está formada en la subida de Las Quintas. El ESMAD se
ubica en la parte superior. Abajo, sobre La Cali, somos cientos de personas en
la esquina. Hay un aire de victoria por sabernos multitudinarios en el punto
donde la policía suele ubicar sus tanquetas para arremeter contra nosotros.
Transcurren unos pocos minutos y caen
gases lacrimógenos que desesperan a la gente de inmediato. Aunque trato de
guardar la calma me siento sofocado, el pecho se achica y un ardor repentino me
obliga a cerrar los ojos. La veo a ella retroceder con su espalda flexionada,
su respiración agitada y sus ojos apretados. Un hombre vomita en el andén y
otro hunde su cabeza en el pasto tratando de contrarrestar los efectos del gas.
Avanzamos hacia una calle paralela de manera torpe, abriendo los ojos cada tanto
mientras se enjuagan de lágrimas que agudizan el ardor. Ya en la calle tosemos,
escupimos y tratamos de retomar la calma. Una mujer desde su terraza deja
escurrir un chorro de agua para quien quiera lavar su cara o beber un poco. De
cada cual según sus capacidades, me digo. Algo ha cambiado en los gases en los
últimos días, más asquerosos, más hijueputas. Recuperamos el aliento y
avanzamos a la calle de la resistencia por detrás.
Avanza la noche y la primera línea sigue ganando terreno en la subida. Decidimos quedarnos en este punto aún asustados por la memoria del sofocamiento de unos minutos atrás. En medio de la oscuridad de la noche, del humo de las llantas quemadas, del reflejo del semáforo en las ventanas veo a Chinche con una camiseta blanca como capucha. Tiene postura de guerrero y a pesar del frío tiene los brazos descubiertos. Su ropa blanca ilumina la calle. Es un niño y me sorprende la imagen. Decido tomar una foto.
Al rato veo a Chinche sentado sin capucha en el andén, está con su madre y su hermana. Me cuentan que han salido en familia todas las noches desde que comenzó el Paro Nacional, ahora mismo su hermano está en la primera línea. Esta es la historia de la familia de Chinche, de su hermano Caucho Roto, de sus amigos del barrio, de su padrastro Pope y sobre todo de su madre, La Pola.
II.
La Pola, en las fracturas de la historia.
Después de compartir durante varias noches en el aguante nocturno nos encontramos en la casa de La Pola para que Andrés tome unas fotos. En las profundidades del sur occidente La Pola nos recibe en su casa, famosa en el barrio por su historial de residentes que han sido asesinados. El caso más perverso es el de un hombre que apareció degollado. Llegamos en la noche y subimos las bicicletas por unas escaleras estrechas que nos conducen a su apartamento. A la izquierda una clara olla y un baño que parece un cubículo de concreto. Un paso adelante y al frente la habitación de La Pola con una cama, un armario, un televisor y varios peluches de monos, angosta y barroca la siento sencilla y acogedora. Le pregunto por el peluche más grande y me cuenta que lo recogió en una casa que estaba siendo demolida para echar a andar la expansión urbana. Gesto tierno el de adoptar un peluche soñado. A la derecha una habitación más grande con dos camas y un estante chico como armario. Un paso a la izquierda y está la cocina con un mesón de un metro, una estufa y poco más. Nos reciben Keyla, Kira y Negra. Una perra y dos gatas adoptadas. Gesto generoso el de rescatar animales.
Almorzamos al día siguiente dos pollos asados en las camas de la habitación grande. Me sobrecoge esta nueva amistad formada entre calles, corriendo al gas, dudando por dónde escapar, calculando qué tanto acercarse al frente, compartiendo estrategias contra la asfixia, queriendo cambiar algo. Nos cuentan graciosas historias familiares, el origen de sus apodos, su vida misma. Iniciamos la entrevista tímidamente, pero en la escucha atenta está el otro, la otra, La Pola. Me cuenta su vida y al escucharla pienso que toda ella la ha llevado a este quiebre, a esta fractura de la historia, acaso porque La Pola ha habitado las fracturas de la historia durante 35 años.
Nació en el Caquetá en la década en que los cultivos de coca se volvieron masivos en el departamento. En la década en que la violencia estatal, del gobierno de Turbay Ayala, generó un desplazamiento masivo hacia Florencia, la ciudad de nacimiento de La Pola. Ocho años en Florencia fueron suficientes para generar la consciencia de esta fractura que el azar la obligó a habitar. De su infancia en el Caquetá La Pola recuerda la violencia del padre, describe a su madre desnuda recibiendo los golpes planos de machete. Explica que su madre decidió abandonarla para zafarse de esa violencia. Cansada de recibir los golpes, la envió a ella y a su hermana a la casa de su abuela paterna, en Soacha, con la certeza de que el patriarca se iría tras sus hijas, a las faldas de su madre.
La abuela, una costurera del barrio, asumió el cuidado de La Pola. Fue la abuela quien la apodó así por rebelde, por voluntariosa, por no permanecer en silencio. Sin embargo, por más rebeldía, por más voluntad y por más no callarse La Pola no pudo detener el maltrato de una tía. Pasaron unos años y sabiendo esa guerra perdida optó por la huida: tomó 10 mil pesos de su abuela, buscó una oferta laboral en el periódico y escapó de su casa con catorce años.
En vez de trabajo se encontró con
el Chapinero de la explotación sexual y las violaciones. Un hombre que conducía
una camioneta se le acercó adivinando su hambre y le ofreció comida. Ella
aceptó, pero antes de subir logró ver a cuatro hombres desnudos en la parte
trasera del carro y corrió hacia un celador que presenciaba la escena y la
llamó. Todos los días se llevan niñas, le dijo. El celador le permitió
quedarse por una noche y esculcó entre sus cosas hasta dar con el número de la
abuela. La Pola, decidida a no soportar de nuevo los golpes de su tía, salió
corriendo a buscarse otra vida en la calle.
Desorientada entre burdeles y una
ciudad ajena logró dar con la iglesia de Lourdes. Allí se escondió en el
confesionario y durmió por dos noches en él hasta que el cura llevó a una mujer
fornida que tenía un hogar de madres sustitutas. En el hogar las madres cuidaban
niños huérfanos y prematuros. La mujer le ofreció vivienda y comida a cambio de
trabajar como madre sustituta, todo a escondidas de la institución pública que
pagaba por el hogar. Allí trabajó por 350.000 pesos al mes, hasta que unos
meses después la mujer fornida se hizo demasiado vieja y el hogar fue cerrado.
Durante este tiempo estudió en
las noches en un colegio de La Candelaria, en el centro de Bogotá. Allí conoció
a una amiga que le daría alojamiento una vez el hogar cerró. Por ella llegó al
tradicional y popular barrio de Los Laches, con menos de 16 años. Su amiga era
novia del Loco Fabio, el man que controlaba las vueltas en el barrio. El Loco
Fabio las contrató como “mulas” para que transportaran drogas y armas
artesanales desde Los Laches a la Ele, el centro de tráfico de drogas y armas
más grande de Bogotá en el momento. La Pola cargaba una pesada mochila de
viajes y caminaba hasta la entrada de la Ele donde debía decir un código,
entregar la mercancía, recibir el dinero, volver donde el Loco, devolver la plata.
Por cada viaje un pago. Un viaje cada dos días. La Pola y su amiga siguieron
haciendo este trabajo que consistía, sin más, en caminar unas cuadras. Siguieron
caminando los pasos de su historia hasta que un día unos policías decidieron
requisar a su amiga, La Pola entendió la situación y siguió su camino. Su amiga
resultaría dos años en una cárcel para menores. Capturada por caminar. Unas
niñas habitando la fractura de la guerra contra las drogas.
En ese remolino de adolescencia, pobreza y criminalidad La Pola resultó embarazada de su hija mayor, Sofía. Volvió por un corto período a la casa de la abuela, pero la insolencia de haber salido a buscar una vida sin golpes fue castigada por ella. A La Pola sólo la dejaba amamantar a Sofía. Defendiendo su libertad y defendiendo la posibilidad de criar a su hija salió de casa de nuevo, con dieciséis años y una hija de cuatro meses. Volvió a Los Laches y allí vivió por un tiempo con un policía del barrio, pero esa relación causaría la desconfianza del Loco Fabio. La Pola sabía mucho para ser novia de un policía. El Loco la desplazó del barrio. Para amedrentarla quemó toda la ropa de Sofía y se las cantó. Del policía tampoco se supo mucho más salvo que al cabo del tiempo se casó y mandó al Loco a la cárcel por cinco años.
La Pola siguió buscándose la vida en trabajos ocasionales, de pago diario. Como mesera de bar allí, como mesera de café en otro lado. Así, hasta que a los dos años conoció al dueño de una pequeña metalurgia, Rafael, quien le pagaba para que cuidara a sus hijos y preparara la comida a poco más de una docena de trabajadores. Entre ellos conoció al papá de Caucho Roto, un hombre que le ocultó que tenía esposa y abandonó la fábrica y a La Pola cuando supo que estaba embarazada.
Rafael supo identificar la
vulnerabilidad y decidió ofrecerle que trabajara como interna en su casa. Ser
interna quiere decir que tenía que vivir en la casa de su patrón. Rafael le
ofreció un pago de 200.000 mensuales y una habitación para La Pola, Sofía y
Caucho Roto. Ella debía encargarse del mantenimiento de la casa, de cuidar a
los hijos de Rafael y de preparar la comida todos los días. Rafael logró
mantener estas condiciones de explotación laboral durante 10 años. Si
inicialmente pagaba poco más de la mitad del salario mínimo al final el pago
representaba una tercera parte de este. En medio de esta situación La Pola
conoció al padre de Chinche, sobre él no comenta mucho, sólo que no lo quiso
nunca. La Pola, Sofía, Caucho Roto y Chinche habitaron entonces una habitación
en la casa de Rafael por años.
La falta de prestaciones sociales,
de un salario que si quiera se acercara al salario mínimo o de un espacio para
sí y sus tres hijos no es lo que más tiene presente La Pola para haber dejado de
trabajar con Rafael como sí tiene presente el maltrato cotidiano, las palabras
humillantes, el clasismo y la manipulación. El último abuso de Rafael fue el
uso de su nombre para sacar prestamos bajo la promesa de algún dinero exiguo.
Préstamos de millones que no ha pagado y que tienen aún a La Pola en un
infierno burocrático y económico. La vida de la Pola en las fracturas de la
historia, entre la violencia del padre, de la pareja, del patrón, de la
violencia patriarcal.
Acostumbrada a empezar de nuevo
La Pola decidió salir de la casa de Rafael. Ha pasado los últimos años, como
cuando el Loco Fabio la forzó a salir de Los Laches, buscándose la vida en
trabajos de diario, trabajos inusuales. Constantemente desempleada, iniciando
una y otra vez la lucha de los días.
III. El Aguante
Una noche de septiembre Pope, el
novio de La Pola, al regresar de su trabajo se tropezó con la revuelta en la
esquina de su casa. Alborozados, vecinos y vecinas estaban en la ofensiva
contra la estación de policía. En el
acto mismo del ataque algo se develaba para Pope. Su cuerpo observado objeto de
la arbitraria inspección policial, su carne golpeada en las detenciones sin
justificación, las lágrimas de miedo por enfrentarse al monstruo de la
represión, el ensañamiento policivo contra sí y contra los suyos atravesaron
por sus ojos. Llegó a casa y contó el Acontecimiento. La Pola, Caucho Roto,
Sofía y Chinche lo entendieron de inmediato porque en sus cuerpos también
habita la memoria de esa violencia. Sin dudarlo salieron a asumirse parte. Como
si desandaran su historia en pocos pasos, como si una nueva verdad se revelara en
un palpito, como si su vida se reorganizara de repente persiguiendo un nuevo
horizonte salieron a la calle siendo ellos mismos, de una vez y sin retorno,
parte de la multitud. Toda una vida
transcurrida para llegar a ese momento en que la rabia, la tristeza y la lucha
de los días encuentran su cauce.
El recuerdo de esa noche es un mito fundacional, una suerte de rito de iniciación en la actividad política para la familia. La Pola cuenta que nunca ha votado y entre risas recuerda que antes se preguntaba por qué se meten con mi Uribe. Chinche se involucra en la conversación y canta la arenga que dice que Uribe es paramilitar. La vinculación de Uribe con los pobres a través del asistencialismo ha encontrado su fin, para La Pola en ese proyecto no hay futuro para sí, ni para Chinche. Esa noche la policía asesinó a 13 jóvenes. Sin embargo, algo había cambiado en La Pola y en sus hijos, algo que cuesta poner en palabras, pero que se encarna todas las noches. La Pola, Chinche y Caucho Roto representan un límite de la lucha del Paro Nacional. Transeúntes, periodistas, policías, trabajadores de integración social, mediadores y manifestantes no saben definir su imagen. Transforman las representaciones de lo infantil, de lo maternal, de lo familiar, de lo revolucionario.
Cuando se acerca la noche La Pola alista el agua con bicarbonato que neutraliza el gas, las camisetas que servirán para encapucharse, los cascos, los guantes, guarda todo en una bolsa. Caminan calles largas y al paso se van encontrando con otros muchachos que hacen parte del aguante. Ya se ha formado una primera línea de este lado del Portal de la Resistencia. Llegan al punto que han definido para encontrarse con los amigos del barrio. Se pasa el tiempo hablando, a veces jugando futbol, comentando el tropel de la noche anterior. Chinche y Caucho Roto se mueven de un lugar a otro calculando por dónde iniciará el ataque, analizando la situación de la noche, la posible fuerza con la que vendrá la arremetida, las tanquetas estacionadas, los policías escondidos, los drones vigilando.
Chinche y Caucho Roto andan alerta,
yendo hacia adelante, a los puntos críticos donde iniciará la arremetida de la
policía. La tensión aumenta minutos antes del ataque, los policías empiezan a
formarse, a llegar por calles aledañas. Entonces La Pola prepara la protección
de Chinche, Caucho Roto y a veces de los muchachos del barrio. Betún bajo los
ojos y la nariz para que el gas no les afecte tanto, capucha para proteger su
identidad, casco porque la policía dispara horizontalmente, recientemente unas
máscaras contra el gas compradas con dinero enviado desde Chile. Lo hace con
ternura y preocupación. La Pola sabe que es arriesgado, ha vivido la violencia
policial en carne propia, sin embargo, es algo que debe hacerse. La mirada de
manifestantes es constante, unos aplauden la valentía y otros la sancionan. Los
mediadores, sin excepción, se acercan a solicitarle que saque al niño de ese
espacio, que se vaya. La Pola ignora o responde, no necesita más justificación
que con ella misma y con Chinche. Habitar la fractura de la historia es habitar
esa dislocación, esa perplejidad de los otros. Esa extrañeza frente al pueblo
que son La Pola y sus hijos.
Caucho Roto y Chinche suelen
estar cerca de la confrontación cuando inicia. La Pola mira de lejos con la
certeza de que entre amigos se defienden y saben escabullirse. Cuando inicia el
repliegue Chinche busca a La Pola de inmediato, con su pequeño cuerpo de 10
años corre ágilmente y siempre encuentra a su madre. Conoce sus límites y sabe
que La Pola, a pesar del asma, siempre estará esperándolo. Caucho Roto se toma
más tiempo algunas veces, resiste un poco más. La calle en la que se concentra
la resistencia y el parque de la brigada médica son el punto de encuentro una
vez el ejército oscuro inicia sus embocadas.

Dependiendo el nivel de violencia
La Pola permite que Chinche se acerque al frente o permanezca con ella en la
retaguardia. Caucho Roto, con sus 14 años, ya ha ganado cierta independencia
que le permite ir al frente, evaluar la situación y decidir si permanecer allí
o estar atrás con su madre. En ese constante retroceder y avanzar se pasan las
noches. La Pola quiere ser mamá de la primera línea, pero el asma se lo impide.
Permanece en la retaguardia esperando a sus hijos, con neutralizador para quien
lo necesite. La Pola es la primera línea del cuidado. Otras veces ha apoyado rompiendo
adoquines con martillos y cargando el material hasta la segunda línea, la que detrás
de los escudos de la primera contiene el avance de la policía con los adoquines
rotos. Tales son las armas del pueblo, las únicas armas verdaderamente no
letales en estas noches.
Caucho Roto se mantiene adelante aguantando hasta que el gas se hace demasiado fuerte y entonces retrocede hasta donde La Pola. Se organiza con sus amigos del barrio, los de la primera línea de sus cuadras. Tras ellos y con ellos, que son un par de años mayores. En los momentos de relativa calma Chinche se acerca, incluso se para frente a la tanqueta y expone la demencia de la represión con su cuerpecito danzarín. Baila frente a la tanqueta y su cuerpo indefenso crea una tremenda imagen del paro. De un lado helicópteros y tanques de guerra con lanzadores criminales que disparan sin reparo. Del otro lado, chiquillos de barrio, madres solteras, trabajadores manuales, adolescencias difíciles, el pueblo armado con precarias herramientas, brazos lánguidos en una confrontación que, en la fuerza, es una derrota anunciada.
IV.
Empezar de nuevo.
A La Pola se le dificulta poner en palabras el porvenir que se imagina, así sea idealmente, cuando esto acabe. Titubea hablando de la reforma tributaria y del salario de los congresistas. A tumbos regresa a su experiencia vital y al regresar se unen Pope y Sofía. Pope cuenta que el almuerzo, muchas veces, es una gaseosa con pan. La Pola explica que desde hace varios años comen dos o incluso una vez por día. Sofía cuenta cómo le hacen juego al hambre con el sueño: despertar tarde para no comer en la mañana. Con las ideas más claras La Pola recuerda una cosa mínima que desearía y nunca ha tenido: un trabajo con prestaciones sociales básicas. Habla de Sofía que acaba de terminar el colegio y se pregunta sobre su futuro ¿Cuál futuro? La Pola se sabe excluida, su vida representa el fracaso de la política occidental. La semántica de la política occidental, sus frases gastadas, su pantomima de inclusión y toda su institucionalidad no significan nada porque, para usar la frase de Reyes Mate, el secreto de los pobres es la conciencia de la falsa universalidad del sistema de los ricos.
Unas noches atrás, frente al Portal de la Resistencia, hablo con muchachos de la primera línea, también están La Pola y sus hijos. Uno de ellos tiene aún su ojo morado por un disparo con bala de goma propinado por un policía. Se le extravía la mirada cuando hablamos sobre el futuro, sobre lo que puede resultar de toda esta rebeldía. Se toma un tiempo para pensar mientras su compañero repite algo que escuchó en el colegio sobre el carácter garantista de la constitución política. Lo mira con desdén y permanece en silencio hasta que por fin puede poner en palabras lo que se imagina:
—¿Sabe yo qué quisiera? Yo quisiera que todo empiece de
nuevo.
Lo que queda es la certeza de que algo tiene que cambiar. Y en esa certidumbre radical es que La Pola, Chinche y Caucho Roto están escribiendo su futuro.
Fotos: Andrés Zea @estratagema_
Parceros que chimba de blog enserio se pasaron, sería muy bacano retratar todas las historias de la primera segunda y todas las líneas y saber que pasa más allá de esas personas que dan su vida por los que no podemos estar allí. Enserio admiración aguante y mucho amor para ustedes que chimba parce
ResponderEliminarMis respetos y admiración, por más textos que nos digan la verdad y la fuerza de los sueños
ResponderEliminar🔥 Fuego en las letras, fuego en las fotografías y fuego en mi corazón .Gracias por compartir y por visibilizar estás realidades de una manera digna
ResponderEliminarQue belleza de crónica, gracias por tanto...
ResponderEliminarExcelente génte guerrera
ResponderEliminarGente luchando por ún porvenir
Gente como muchos vámos a seguir luchando no nos van a parar
Uffff que revoltijo de sentimientos y emociones tengo despues de leer esta historia que como esa hay millones, si porque son hoy millones los excluidos, los nadie
ResponderEliminarUffff que revoltijo de sentimientos y emociones tengo despues de leer esta historia que como esa hay millones, si porque son hoy millones los excluidos, los nadie
ResponderEliminarWuauu que historia mas emotiva. Detras de la protesta mucha resistencia y amor.
ResponderEliminarQue todo vuelva a empezar, que bonito escrito.
ResponderEliminarUn acercamiento muy íntimo a las realidades que se develan en este paro. Gracias por tanto, espero entre tantas cosas, el próximo.
ResponderEliminarMaravillosa crónica
ResponderEliminarDios los bendiga, guardé a todos
ResponderEliminarMuchas gracias por tan jugosa lectura. Y si, yo también creo que todo éste sacrificio del pueblo hará que algo cambie. Saludos.
ResponderEliminarFelicitaciones, hermosa historia de vida, lucha por una mejor vida un mejor futuro un mejor País. 💪💪💪
ResponderEliminarEsto hace parte de literatura revolucionaria, pero ojo, no hay intereses, solo la esperanza, y eso es lo más hermoso de la resistencia colombiana.
ResponderEliminarEsto hace parte de literatura revolucionaria, pero ojo, no hay intereses, solo la esperanza, y eso es lo más hermoso de la resistencia colombiana.
ResponderEliminarSin palabras, respeto y admiración porque plasmar todo esto es un don. Esa es la realidad que vive Colombia, realidad que debemos cambiar con fe y la esperanza, con la resiliencia y la resistencia que rebosa en nuestra alma
ResponderEliminarMuy aspero
ResponderEliminarSevero trabajo que retrata como en este momento surgimos a un salto de consciencia muy impactante
Los nadies... Gran trabajo, muchas gracias
ResponderEliminarEstos son unos súper héroes y heroinas💔💔💔
ResponderEliminarGracias infinitas por demostrar tanto amor en esta lucha de perseverancia y resistencia. Admiración total para estas bellas personas que están dando todo por un mejor país. Excelentes letras que nos inspiran a continuar.
ResponderEliminarQue rabia, que frustración!!! Las cosas tienen que cambiar también seria bueno que les indicaran pa importancia de votar, necesitamos que todos voten
ResponderEliminarEste artículo me hizo reflexionar muchísimo, yo ví la foto de chinche y dije como es posible que un niño esté en la calle de noche solo en medio de tanto peligro a los niños debemos protegerlos pero con este artículo entiendo que ese niño está en las calles porque así de mal estamos es hermoso ver a esa familia unida resistiendo sin miedo me gustaría tener aunque sea un pelo de esa valentía de ellos, sigamos en la lucha para que ningún niño tenga que seguir viviendo precariamente
ResponderEliminarMe alegra mucho que este artículo sirva para que llegues a esa conclusión. Las acciones hay que entenderlas, comprenderlas, más allá de quedarse con esas primeras impresiones. Gracias por leer.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQue bien, mostrando la realidad a través del lente, del prisma desnudo de lo no ficciónal, me interesa mucho hablar con ustedes, díganme cómo podemos contactarnos, por favor.
ResponderEliminarQuedo atento panas, un abrazo.
La realidad diaria de muchas familias como la de la Pola que con berraquera luchan por un mediocre sustento diario mientras los gobernantes se regodean con sus festines de langosta y caviar creando en el corazón de los chinches de los cauchos rotos la brecha abismal de de una sociedad deteriorada por la corrupción jodiendo siempre al menos favorecido conllevando al amotinamiento, haber si de una vez el pueblo abre los ojos con respecto a nuestros políticos que nos llevan a la miseria.
ResponderEliminarLa realidad diaria de muchas familias como la de la Pola que con berraquera luchan por un mediocre sustento diario mientras los gobernantes se regodean con sus festines de langosta y caviar creando en el corazón de los chinches de los cauchos rotos la brecha abismal de de una sociedad deteriorada por la corrupción jodiendo siempre al menos favorecido conllevando al amotinamiento, haber si de una vez el pueblo abre los ojos con respecto a nuestros políticos que nos llevan a la miseria.
ResponderEliminarDios Mío !!! Que berraquera de crónica. Y no es ficción... es la verdad, la mera verdad que muchos se hacen los ciegos , sordos y mudos para ignorarla por que tienen miedo y vergüenza y su cómoda vida no los deja verla.
ResponderEliminarA mi no me ha faltado nunca un plato de comida. Tuve estudio y mi vida ha sido en un hogar con padre y madre presentes. Mi padre era médico Pediatra y de él aprendí desde muy niña que esta sociedad y en nuestro país , la desigualdad social era enorme...crecí ayudando a la labor mas hermosa que recuerdo siempre y ha marcado mi vida con un sello de rebeldía en mi corazón. Todos los años desde que yo cumplí los 5, mi papá recogía muestras médicas y tratamientos para diferentes enfermedades. Mi madre y yo recogíamos ropa en buen estado. Todo esto se empacaba cuidadosamente y en un avión DC3, nos íbamos para Bocagrande, Tumaco en Diciembre. Allí él había decidido reconstruir el precario Centro de Salud, que en realidad ni funcionaba como tal, pues no había un médico o por lo menos una enfermera o voluntario paramédico que lo atendiera... Se hacía consulta grátis todas las tardes y venian hasta de Esmeraldas Ecuador en lancha para un tratamiento o una simple consulta... Era lindo ver a mi papá tan entregado a su verdadera vocación de servir con su medicina a tanta gente que no tenía ninguna oportunidad de lograrlo de otra manera....
Con el tiempo fui entendiendo cómo eran las políticas estatales de la atención de la Salud en nuestro país...Siempre me preguntaba, ¿ Por qué los otros profesionales no hacían lo mismo?
Que bonito hubiera sido que muchos médicos de todas las especialidades pudieran copiarle a mi papá esa hermosa labor...
Esto me marcó la vida y me mostró desde niña la realidad de esta sociedad donde la igualdad de derechos no eran para todos...
Y hoy, leyendo esta crónica que llamo desde el principio " la berraquera", estoy convencida que ya despertó mi Colombia. Ya no podemos mas... somos un país que lo tiene todo para lograr un equilibrio social, una estabilidad económica y que todos tengan oportunidad de una vida digna sin hambre , sin miseria...
Sigo sin entender a todos aquellos que todavía no comprenden que este despertar de nuestro pueblo puede cambiar el rumbo de esta Bella Colombia...
Y aclaro que no soy de NINGÚN PARTIDO POLÍTICO...Solo quiero IGUALDAD DE DERECHOS PARA TODOS...!!!
Yo soy naviaborreromiky@gmail.com
ResponderEliminarAguanten muchachos, que la justicia anda entre sus capuchas y trapos, aguanten muchachos el tropel, que una nueva suerte les abrazara, guerreros, salve, que los dioses los protejan!
ResponderEliminarGracias por compartir!
ResponderEliminarEl chinche es un amor lo conozco en persona... Y le dije: yo también soy mamá y sería muy loco estar con mis hijos acá...! Inmensa ternura y admiración por esa valentía y ese aguante ... Pola eres símbolo del abandono de este puto estado pero iconooo de la palabra resistencia ... Mucho amor y fuerza!
Gracias por compartir!
ResponderEliminarEl chinche es un amor lo conozco en persona... Y le dije: yo también soy mamá y sería muy loco estar con mis hijos acá...! Inmensa ternura y admiración por esa valentía y ese aguante ... Pola eres símbolo del abandono de este puto estado pero iconooo de la palabra resistencia ... Mucho amor y fuerza!
El grito de un pueblo oprimido sale a relucir entre las calles; antes la voz no salía de la casa, no salía de la mente de cada colombiano decepcionado, el gobierno nunca quiso escuchar en el momento que el pueblo estaba dispuesto a hablar, pero ahora el pueblo levantó la voz, se cansó de la opresión y todos gritamos unánime la palabra libertad intentando escapar del condenado futuro de la pobreza y falta de oportunidades Att: El pueblo Oprimido
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente crónica. Toda la fuerza para la pola y sus hijos. Y a ustedes gracias por compartir su historia.
EliminarHoy debia reportar a mi familia si nos pudimos contactar , al no haber recibido respuesta debo informar que ya elegimos un proyecto familiar diferente para apoyar .. disculpas y saludos
EliminarLos amo mucho mi pueblo hermoso, que fuerza que berraquera y definitivamente esta historia la tiene que conocer el mundo estero de ser posible, Colombia hermosa, como te amo.
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