
Sabes que debes decir algo que tenga importancia o por lo menos interés en el delirante conjunto de las cosas, pues no está bien que el sufrimiento permanente llene los sesos sin derecho al pataleo. Necesitas llenar la hoja con la tipografía acordada para que algunos ojos ciegos igual que los tuyos parpadeen a la luz del sol. Así que afilas la cuchilla, razones hay de sobra para cotejar la miseria y el desatino, palabras hay de sobra para sazonar la madera muerta o la hoja digital que se repite como el reloj inhumano que baraja los días a pesar de la noche.
La rabia nunca estará de sobra y puedes podarla con la devoción necesaria para que después no digan que solo expeles la sinrazón del resentimiento justo en la era de la fe y de la propuesta, eso permite dejar alguna señal, una simulación para la estructura, aunque sabes a ciencia cierta que todo y nada está en tus manos, que tu inconsciencia se palpa y se aflora en la inconsciencia general, pero eso no te impide señalar al impostor ni gritar sobre la arena del desierto, pues siempre habrá algo o alguien más hostil por fuera de tus zapatos que sin lugar a dudas te hará daño si se lo permites y nos hará daño si se lo permitimos, eso hay que dejarlo en evidencia.
Por último, mueve los dedos de los pies sobre la tierra, respira hondo hasta que recuerdes que el barrio sigue oliendo a pan cada mañana o hasta que se borre cualquier pared en la férrea disposición del laberinto, siente el cuerpo crudo romperse en el horizonte, sin dejar de amarte, sin dejar de amar, recuerda que ni siquiera el amor es tuyo por más que repitas tu nombre en las ventanas o en los espejos, estírate, revísate, y frota tus pestañas hasta que el aire sople a favor del vendaval.
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