Ya está en las calles la edición número cincuenta de A media cuadra. En este número Comunicación popular:
En este nuevo episodio de nuestra causa, mientras el mundo remienda y descose su colapso, queremos presentar nuestro conjuro para los días que apuran. Mantenemos los propósitos en flor y atentas las alarmas. Hemos aprendido del rubor que deja la tarde, del murmullo intermitente que habla en las calles cuando el humo se hace fuego, de las voces de quienes recogieron la noche y la dispusieron sobre la tierra, por ello somos parte del tumulto y la caricia. Cantamos para revelar el artificio, pero sobre todo, para que el cariño se vuelva el ánimo de las cosas.
No basta con gritar, afrontar o patalear. Si están duras las corazas y los granos, hay que ponerlos en agua, tanto para que ablanden como para que la fuerza encuentre su medio. Para el palpitar que nos concierne, el tiempo es de otra sustancia y las distancias tienen otros encuentros, así que hay que ser perspicaz y guardar la atención necesaria para saber de los asuntos que hacen chispa en la palabra y en la trama. Es preciso dejarse ir para ver cómo decanta la receta en otras bocas.
Por ello hemos puesto aquí las voces que nos conforman y que se despliegan en las posibilidades de la vida a través de la comunicación. No de la comunicación vista como herramienta para convencer o para lanzar señales al vacío, sino de la comunicación que se refiere a las formas de andar el presente, esa que se da entre las gentes y sus otrxs para evitar el desamparo o para hallar alguna ruta en el sentido.
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