A media cuadra

viernes, 24 de agosto de 2012

¿DÓNDE QUEDA LA CASA TECHOTIBA?



Por A media cuadra


Llegar a una casa.

Uno entra a la casa, y allí, como en cualquier parte en la que pasa el tiempo, las cosas tienen su historia y su imaginación, lo cual no significa que tengan un lugar establecido,  todo es propenso al orden que genera la inquietud,  lo mismo pasa en todas las casas, según versiones de personas que gustan de interesarse por este tipo de fluctuaciones.

Por supuesto que los caminos para llegar a una casa son infinitos,  aquí solo trataremos de contar algunos pocos, para ello, habrá que recoger algunos de los papeles que andan por ahí y que han ido registrando parte de las andanzas y parte de los trasfondos.  Ya sabemos que este tipo de historias comienzan siempre mucho antes, pero vale empezar por las huellas mas entrañables, que son igual las que determinan señales más perecederas.


El territorio (Techotiba)

Cuando nuestra vida empieza a crecer,  la casa se va volviendo calle, luego con el tiempo se va volviendo barrio. Los pasos, la bicicleta, también las narraciones, van ensanchando el mundo. Cuando la marea  de nuestro deambular empieza a ser determinada por el ciclo educativo y/o productivo, perdemos el centro de nuestro asombro y los lugares se van volviendo funcionales a la velocidad requerida por la forma de acumulación del sistema, dado que nuestros trabajos, cada vez más, se hacen flexibles y perecederos, el lugar de trabajo, tampoco nos permite gran arraigo, por lo que nuestro territorio queda determinado por los flujos que se asientan en nuestras formas de producir y consumir, marginando nuestro habitar de los barrios en los que sobrevivimos. El salirse del globo para poner los pies en la tierra es una condición para defender el territorio.

El arribo de la minga indígena a la ciudad, así como las ejecuciones extrajudiciales, generaron un gran impacto en las organizaciones sociales, que vieron, en el primer caso, la aparición de un recuerdo que reafirmaba la idea de lo comunitario, más allá de embelecos militaristas y neoliberales, y en el segundo, un atentado directo contra la vida de nuestros hermanos en diferentes barrios y veredas, este impacto, fortaleció la necesidad, muchas veces expuesta en los diferentes escenarios locales,  de defender el territorio y la vida. En el año 2008,  se realizó el campamento comunitario otro mundo es posible y necesario, el objetivo del campamento se aclaraba en la convocatoria: El objeto de esta actividad era propiciar un espacio de encuentro de saberes, integración, cultura y recreación, entre la comunidad y las organizaciones sociales. A partir de allí, el encuentro de saberes se hizo permanente en un ritual itinerante por la localidad, de esta manera se volvió a ensanchar la tierra.  Se ha estado aprendiendo una forma de estar juntos, sacando la cabeza de las organizaciones, vinculándose con la vida palpable, o mejor, con su parte más evidente. 

“Pésquese como es la vuelta, hay un territorio llamado Techotiba, pero este territorio no es un espacio diseñado administrativamente, ni siquiera es una localidad como tal, podría identificarse con un lugar llamado Kennedy, pero es otra cosa y las diferencias saltan a la vista. Kennedy es una localidad para agrupar y administrar gentes y recursos en pro de un presunto desarrollo; se llama así porque un señor gringo con ínfulas de emperador vino a decidir cómo deberíamos labrar nuestros destinos con su interesada ayuda. Techotiba es un territorio en donde toda la gente (personas, animales, plantas) buscan y construyen un mejor vivir para las mismas gentes, o lo intentan hacer, lo que es casi lo mismo. Techotiba está aquí antes de la usurpación europea, hace más de quinientos años, tal vez tuvo otro nombre, y hasta otros brazos, pero ha ido cambiando, para ser también de las calles, del cemento y los parques, para volverse urbana como muchas de nuestras andanzas y nuestros días. Techotiba es un territorio, un lugar que se prepara cada día con nuestras vidas”(MUT, 2009)



La conciencia

La conciencia es en si misma la acción que la materializa, lo que es a su vez el mejor  modo de iniciarse en los recuerdos, por eso la casa, como toda casa, tiene un carácter planetario, también palabras que se vuelven susurros y viceversa, y cosas que se hacen y se dejan de hacer.

En cada casa se toman decisiones, somos como máquinas de tomar decisiones, decisiones sobre qué vamos a desayunar, qué ruta de transporte vamos a tomar, qué ropa nos vamos a poner,  estas son decisiones que tomamos sin meterle mucha cabeza, hay decisiones que parecen más pequeñas, y que ejecutamos de manera casi involuntaria, como cerrar la llave después de lavarnos los dientes, mirarnos en el espejo antes de salir, o guardar las llaves en tal o cual bolsillo. Tomamos estas decisiones de manera rápida por tres razones:  suponemos que en nuestra experiencia está la información necesaria para resolverlas; suponemos que nuestras acciones afectan solo lo que queremos afectar de manera individual, por ejemplo si tengo hambre entro a un restaurante y como; y  suponemos que hay un sentido común que ha ordenado las cosas tal y como funcionan.  En esta casa, se han refundido estas suposiciones, por eso a cada asunto se le dan muchas vueltas, se ha aprendido que solo así desdibujamos la huella que nos ata y podemos encontrar salidas para la inhóspita encrucijada que ha dispuesto la raza humana para sus hijos. A esto le llamamos la búsqueda de la conciencia, y ahí vamos.

La casa

En la casa las paredes están dibujadas. El aprendizaje, del cual a veces no se percatan ni sus habitantes, es permanente, por eso la casa tiene dos entradas y muchas salidas, tiene maquinas tristes (todas las máquinas son tristes), una biblioteca expectante y lúcida, la huerta con su tierra y su luna, una sala que un día es bodega, otro sala de cine, otro día tienda; tiene escaleras, una emisora con sus maquinas respectivas, mesas, sillas, periódicos, revistas, videos, luces, cámaras, un teléfono (4513967), una pequeña cocina que se agranda en espíritu, un patio pequeño que es también un circo y una tarima rasa, dos chivas que saben hacer su ruido y por supuesto  gente, gente que escribe, ríe, dibuja, habla, hace malabares, come, duerme, trasnocha, bebe, ama y sale a la calle, que es lo que usualmente las personas hacen en sus casas o desde sus casas. Todos estos son los ingredientes del lugar y usted puede mezclarlos o salpimentarlos a gusto, digamos que solo tiene que llegar. En su puerta cuelga un letrero que dice TECHOTIBA y una dirección para desprevenidos que reza: Cra. 78 41f -45 al sur, y que según algunos, sirve para llegar a esta esquina de la Tierra.




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