Por A media cuadra
Llegar a una casa.
Uno entra a la casa, y allí, como
en cualquier parte en la que pasa el tiempo, las cosas tienen su historia y su
imaginación, lo cual no significa que tengan un lugar establecido, todo es propenso al orden que genera la
inquietud, lo mismo pasa en todas las
casas, según versiones de personas que gustan de interesarse por este tipo de
fluctuaciones.
Por supuesto que los caminos para
llegar a una casa son infinitos, aquí
solo trataremos de contar algunos pocos, para ello, habrá que recoger algunos
de los papeles que andan por ahí y que han ido registrando parte de las
andanzas y parte de los trasfondos. Ya
sabemos que este tipo de historias comienzan siempre mucho antes, pero vale
empezar por las huellas mas entrañables, que son igual las que determinan señales
más perecederas.
El territorio (Techotiba)
Cuando nuestra vida empieza a
crecer, la casa se va volviendo calle,
luego con el tiempo se va volviendo barrio. Los pasos, la bicicleta, también
las narraciones, van ensanchando el mundo. Cuando la marea de nuestro deambular empieza a ser
determinada por el ciclo educativo y/o productivo, perdemos el centro de
nuestro asombro y los lugares se van volviendo funcionales a la velocidad
requerida por la forma de acumulación del sistema, dado que nuestros trabajos,
cada vez más, se hacen flexibles y perecederos, el lugar de trabajo, tampoco
nos permite gran arraigo, por lo que nuestro territorio queda determinado por
los flujos que se asientan en nuestras formas de producir y consumir,
marginando nuestro habitar de los barrios en los que sobrevivimos. El salirse
del globo para poner los pies en la tierra es una condición para defender el
territorio.
El arribo de la minga indígena a
la ciudad, así como las ejecuciones extrajudiciales, generaron un gran impacto
en las organizaciones sociales, que vieron, en el primer caso, la aparición de
un recuerdo que reafirmaba la idea de lo comunitario, más allá de embelecos
militaristas y neoliberales, y en el segundo, un atentado directo contra la
vida de nuestros hermanos en diferentes barrios y veredas, este impacto,
fortaleció la necesidad, muchas veces expuesta en los diferentes escenarios
locales, de defender el territorio y la
vida. En el año 2008, se realizó el
campamento comunitario otro mundo es
posible y necesario, el objetivo del campamento se aclaraba en la
convocatoria: El objeto de esta actividad
era propiciar un espacio de encuentro de saberes, integración, cultura y
recreación, entre la comunidad y las organizaciones sociales. A partir de
allí, el encuentro de saberes se hizo permanente en un ritual itinerante por la
localidad, de esta manera se volvió a ensanchar la tierra. Se ha estado aprendiendo una forma de estar
juntos, sacando la cabeza de las organizaciones, vinculándose con la vida
palpable, o mejor, con su parte más evidente.
“Pésquese como es la vuelta, hay
un territorio llamado Techotiba, pero este territorio no es un espacio diseñado
administrativamente, ni siquiera es una localidad como tal, podría
identificarse con un lugar llamado Kennedy, pero es otra cosa y las diferencias
saltan a la vista. Kennedy es una localidad para agrupar y administrar gentes y
recursos en pro de un presunto desarrollo; se llama así porque un señor gringo
con ínfulas de emperador vino a decidir cómo deberíamos labrar nuestros
destinos con su interesada ayuda. Techotiba es un territorio en donde toda la
gente (personas, animales, plantas) buscan y construyen un mejor vivir para las
mismas gentes, o lo intentan hacer, lo que es casi lo mismo. Techotiba está
aquí antes de la usurpación europea, hace más de quinientos años, tal vez tuvo
otro nombre, y hasta otros brazos, pero ha ido cambiando, para ser también de
las calles, del cemento y los parques, para volverse urbana como muchas de
nuestras andanzas y nuestros días. Techotiba es un territorio, un lugar que se
prepara cada día con nuestras vidas”(MUT, 2009)
La conciencia
La conciencia es en si misma la
acción que la materializa, lo que es a su vez el mejor modo de iniciarse en los recuerdos, por eso la
casa, como toda casa, tiene un carácter planetario, también palabras que se
vuelven susurros y viceversa, y cosas que se hacen y se dejan de hacer.
En cada casa se toman decisiones,
somos como máquinas de tomar decisiones, decisiones sobre qué vamos a desayunar,
qué ruta de transporte vamos a tomar, qué ropa nos vamos a poner, estas son decisiones que tomamos sin meterle
mucha cabeza, hay decisiones que parecen más pequeñas, y que ejecutamos de
manera casi involuntaria, como cerrar la llave después de lavarnos los dientes,
mirarnos en el espejo antes de salir, o guardar las llaves en tal o cual
bolsillo. Tomamos estas decisiones de manera rápida por tres razones: suponemos que en nuestra experiencia está la
información necesaria para resolverlas; suponemos que nuestras acciones afectan
solo lo que queremos afectar de manera individual, por ejemplo si tengo hambre
entro a un restaurante y como; y
suponemos que hay un sentido común que ha ordenado las cosas tal y como
funcionan. En esta casa, se han
refundido estas suposiciones, por eso a cada asunto se le dan muchas vueltas,
se ha aprendido que solo así desdibujamos la huella que nos ata y podemos
encontrar salidas para la inhóspita encrucijada que ha dispuesto la raza humana
para sus hijos. A esto le llamamos la búsqueda de la conciencia, y ahí vamos.
La casa
En la casa las paredes están dibujadas.
El aprendizaje, del cual a veces no se percatan ni sus habitantes, es
permanente, por eso la casa tiene dos entradas y muchas salidas, tiene maquinas
tristes (todas las máquinas son tristes), una biblioteca expectante y lúcida,
la huerta con su tierra y su luna, una sala que un día es bodega, otro sala de
cine, otro día tienda; tiene escaleras, una emisora con sus maquinas
respectivas, mesas, sillas, periódicos, revistas, videos, luces, cámaras, un
teléfono (4513967), una pequeña cocina que se agranda en espíritu, un patio
pequeño que es también un circo y una tarima rasa, dos chivas que saben hacer su ruido y por supuesto gente, gente que escribe, ríe, dibuja, habla,
hace malabares, come, duerme, trasnocha, bebe, ama y sale a la calle, que es lo
que usualmente las personas hacen en sus casas o desde sus casas. Todos estos
son los ingredientes del lugar y usted puede mezclarlos o salpimentarlos a
gusto, digamos que solo tiene que llegar. En su puerta cuelga un letrero que
dice TECHOTIBA y una dirección para desprevenidos que reza: Cra. 78 41f -45 al sur, y que según
algunos, sirve para llegar a esta esquina de la Tierra.
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