Por Pilar Rodríguez
Hace aproximadamente 23 años, vagábamos en la incertidumbre de los sábados. Con 18 años, el barrio era un lugar cuyo significado aún no comprendíamos, y sentíamos que era hora de hacer algo importante, de dar rienda suelta a esas ganas de decir, nombrar, discutir. Así surgió El Campanazo, recordado por muchos y quizás olvidado por otros. Fue un medio de comunicación alternativa y comunitaria que nació en Techotiba, más exactamente en el barrio Patio Bonito. En esa época, los sábados por la tarde, un grupo de jóvenes nos reuníamos en un salón prestado por la iglesia del barrio para conversar y profundizar en temas no tan religiosos, pero sí interesantes, como los procesos políticos, sociales y culturales del barrio, del país o del mundo.
Era una escuela de formación política juvenil, un espacio de aprendizaje y discusión que con el tiempo se convirtió en un referente de la comunicación alternativa de la localidad. Fue allí donde cobró vida el periódico que pretendía resonar fuerte y sin aviso, como una campana de despertador, en este caso, de las conciencias y las voces de quienes habitaban el territorio.
A principios de los 2000, el exsacerdote y edil Adolfo Duarte propuso al grupo revivir el periódico, ya que un tiempo atrás había publicado una edición que no causó el impacto esperado. Esta vez, la temática sería mucho más diversa y sin afiliaciones políticas, lo que no significaba dejar de ser políticos. Al dar forma a la iniciativa, se acordó generar un medio de comunicación comunitaria y alternativa de libre expresión que promoviera la organización comunitaria y mostrara una versión menos monopolizada de la información que transmiten cotidianamente los medios de comunicación masivos.
Comenzó un camino de mucho aprendizaje, retos y encuentros hasta altas horas de la noche para darle forma y contenido a ese medio de comunicación, que para muchos de los jóvenes del grupo se convirtió en un norte para su proyecto de vida. Los consejos editoriales se volvían largas jornadas de discusión que eran más bien una excusa para encontrarse, formarse y apostar por construir versiones más imparciales de la realidad desde la mirada de la comunidad, como vía de empoderamiento y visibilización de los procesos y las voces locales.
Los recursos para diseñar e imprimir el periódico eran autogestionados y la logística se llevaba a cabo de manera empírica. Cada uno, desde sus saberes y experiencias, aportó para que El Campanazo fuera un medio impreso diverso, con temáticas ambientales, deportivas, sociales, de opinión, entre otras. Siempre con la bandera de la autonomía e independencia institucional, con el tiempo se fue convirtiendo en uno de los medios de comunicación alternativa comunitaria con más trayectoria en la localidad.
La distribución del periódico comenzaba los domingos por la mañana, en la primera misa de las 7 am, cuando a la salida nos ubicábamos fuera de la iglesia para vender a $500 pesos el ejemplar. Este era inicialmente el principal punto de distribución, teniendo en cuenta la gran afluencia de personas. La jornada de venta era extensa, puesto que la idea era cubrir la salida de todas las misas, con el fin de autogestionar los recursos para las próximas ediciones, así como para dar a conocer cada vez más el medio.
Y el tiempo dio frutos. Se lograron publicar un total de 33 ediciones, las cuales eran distribuidas principalmente a la salida de las misas de los domingos, no porque hubiera algún tipo de filiación religiosa, sino porque era un espacio donde confluía mucha gente del barrio. Cada ejemplar se vendía a $500 y con el tiempo algunos negocios se interesaron por comprar pauta publicitaria, lo cual contribuyó, sumado a la venta de ejemplares, a la autofinanciación. Se intentó vender en otros espacios para evitar la asociación del periódico con la iglesia. Para ello, surgieron iniciativas como: jornada de venta en los buses, o pregonando por las calles del barrio. Se buscaron espacios también en otros barrios de la localidad: Britalia, Paraíso, Casablanca, Santa Bernardita, la JAL, las bibliotecas, la alcaldía, además de la biblioteca de la Universidad Nacional y otras distribuciones en lugares institucionales.
Fue un medio de comunicación que habló de las realidades tejidas en las calles del barrio, pero también dio una mirada a la realidad nacional, teniendo en cuenta además que buena parte de su existencia coincidió con el gobierno de Álvaro Uribe, período durante el cual los medios masivos fueron más que nunca una fuente de desinformación. Es así, que desde El Campanazo también se intentó mostrar la otra cara de ese gobierno que soterró los derechos humanos de los colombianos.
Con el tiempo, el periódico logró consolidar su propia sede (“la oficina”) en el garaje de una casa, donde la lectura de artículos y las discusiones, muchas veces de orden ideológico, marcaron la pauta para generar un medio de comunicación mucho más abierto a la gente. De ahí la iniciativa cada vez más fuerte de salir a las calles, hacer reportería y fotografía y lograr un medio más diversificado y crítico.
La publicación del periódico se encontraba vinculada a otros procesos comunitarios que también fueron muy importantes para el grupo, como un cine club que buscaba irrumpir en espacios poco convencionales, pero transitados, con la proyección de películas para todo público; así mismo, el grupo continuó convocando para hacer una escuela de formación política, algunos asistían una vez y nunca volvían, otros se quedaron y se consolidó un grupo base de 8 personas que continuó trabajando en la edición mensual del periódico y formándose a través de tertulias o participación en eventos distritales o nacionales como medio de comunicación alternativa y comunitaria y como organización juvenil: Foro Social Mundial Temático (Cartagena, Colombia, 2005); participación en la mesa de Planeta Paz; Encuentro Distrital de Medios Alternativos y Comunitarios en el 2006; asimismo, se obtuvo un premio de la Comunicación Comunitaria Ciudad de Bogotá, creado por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo, actual Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, donde ocuparon el primer lugar en la categoría de impresos en el 2006. Este mismo año, algunas personas del grupo deciden continuar y otras alejarse del proceso en razón a sus proyectos de vida personales, pero con la certeza de que haber hecho parte de este proceso fue una suerte de privilegio que quizás cambió nuestras vidas para siempre.
Aquí un fragmento del artículo de despedida de El Campanazo, dedicado a todos sus lectores:
Esperamos que, en el futuro, nuevos grupos surjan, nuevas experiencias se cuenten y ante todo que sigan apostando por el cambio. Nuestro grupo se ha reducido considerablemente y nuestras vidas personales también se encuentran en un periodo de grandes transformaciones. Creemos que ese cambio en la esfera individual es tan importante como el cambio que esperamos a nivel social, cuando iniciamos este proceso tuvimos la posibilidad de hacernos sus amigos, llegamos con nuestras ideas y en cada tertulia o cada conversación nos fuimos enriqueciendo con sus ideas y procesos. Ahora es hora de seguir otros caminos, tal vez un poco más solitarios pero con toda esta experiencia que definitivamente ha cambiado nuestras vidas. Muchas gracias a ustedes.
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