Por: Sebastián González Aguilera
Fotografía: Andrés Zea, Estratagema
Al Gato lo conocí en medio del Paro Nacional de 2021, en un evento cultural que se organizó en un parque de Bosa La Alameda luego de una marcha por las calles de algunos barrios del extremo sur de la localidad. Antes que como músico el Gato se presentó como un trabajador del tradicional asadero de Bosa Centro llamado Pollo al horno, la música era lo que hacía en su tiempo libre. Los días y las noches del paro eran casi todas así: un encontrarse con jóvenes para quienes la experiencia de crecer en el gran barrio popular que es el sur de Bogotá había moldeado una subjetividad política y una sensibilidad que sólo hasta ahora entendíamos y compartíamos con una multitud con capacidad de actuar colectivamente.
Entre la multitud había quienes hacían poesía, quienes grafiteaban, quienes cantaban rap, quienes bordaban, y fue en el paro que muchos nos dimos cuenta de que esas expresiones acaso constituían la cultura de clase de quienes sostuvimos un Paro Nacional que marcó una ruptura en la historia del país. El Gato era uno de estos músicos que hablaban del mundo del sur de Bogotá, su canción La Turba se volvió para los amigos con quienes salíamos al paro una suerte de himno, cantábamos con el corazón nervioso después de las largas noches su estribillo:
tantas lunas de gurbia me queman la garganta
atragantada por todos nuestros muertos
mandó a medio pueblo a chupar gladiolo
por eso su acomodo es candela pa’ mis ojos
A tres años del Paro Nacional le hicimos una entrevista para esta edición de A media cuadra a propósito de la música como memoria y comunicación popular.
Sebastián: Para la gente que no lo conoce ¿Qué es Gato e’ Monte?
Gato: Yo me llamo Gustavo Casallas, mi proyecto artístico se llama Gato ‘e Monte, el proyecto nació en el 2019 a partir de la investigación que hice de las músicas de cuerda del centro del país, sobre todo de la carranga, y de músicas de los llanos orientales. A partir de ese diálogo que hice con la música, me puse a componer, de ahí salieron las canciones.
Sebastián: ¿Cómo define la música que hace Gato e’ Monte?
Es difícil definirla porque yo lo que trato de hacer es trabajar con música popular en el sentido grande de la palabra, con la música con la que crecimos, la que va de un corrido a una carranga o una cumbia. No es un género, parte de una ciudad como Bogotá, que es tan heterogénea y que tiene tantos matices.
Mi proceso ha sido, más bien, camellarle a una manera de sentir la música, de verla, de escucharla, de farrearla. Eso es lo que me ha llevado a escoger la música con la que yo trabajo: recordar de dónde viene mi familia, recordar dónde vivo y todos esos contextos sonoros que me significan. Ha sido más eso, una relación con mi territorio.
Sebastián: ¿Cuáles serían esos contextos sonoros de los que parte el proyecto?
Yo no soy de familia musical, yo no cogí un instrumento como hasta los 14 años, y el primer recuerdo musical que tengo era mi papá enguayabado los domingos poniendo música de los corraleros y música tropical. Para mí, ese fue el primer contexto sonoro, toda esa música y mi papá pidiéndome que le trajera de la tienda una pola o una gaseosa para el guayabo. Eso para mí era la música, vivir ese domingo en familia antes de ir a trabajar. Y así recorriendo también la ciudad y recorriendo diferentes situaciones y épocas de mi vida en diferentes partes.Tuvimos una banda de Punk y eso se acabó porque hubo un amigo del colegio que se mató y nosotros queríamos seguir con la banda, pero no había un baterista igual a él, entonces terminamos con la banda.Y ahí yo decidí meterme más a la música tradicional,
Tenía una novia cuyo padre era el requintista de los carrangueros. Yo estaba era metido en el rock y ella me dijo ¿Por qué no aprende con mi papá? Y yo, bueno, conocía la carranga, pero muy de lejos. Después con ella fuimos a México y ahí conocí el Son Jarocho. Cuando llegué a Veracruz y vi el Son Jarocho, pillé una música comunitaria muy diferente a lo que uno veía en Bogotá, vi que entonces todos tocan en el fandango, desde los niños hasta los abuelos, todos participaban en la música. La música era una parte que le daba sentido a la vida y al tiempo en ese lugar. Eso me cambió la vida.
Yo sé que estas cosas las escuchaba de pronto en Bogotá también y sé que en Colombia hay muchas músicas de esas, entonces, ese sentido tan político de la música, como que era una cosa que realmente hacía comunidad, que contaba historia, que contaba la memoria de un pueblo, y todas esas cosas me despertaron ese chip. Me devolví a Colombia y empecé a ver la música tradicional con esos ojos.
No percibir la música popular solamente como la música que escuchaban mis viejos, sino como la música que activa la memoria, la música con la que yo podía compartir también con mis papás o con mis abuelos, decirles algo, comunicarme con ellos. Acá en Bogotá en la ciudad las relaciones están un poco rotas, El rock y los géneros urbanos han sido una manera de emancipar a los jóvenes, pero también han sido una manera de romper con otra Bogotá que pervive. Mi proyecto era básicamente que esa música popular que hizo a Bogotá, pudiera decirle algo todavía a esta ciudad.
Sebastián: Cuando uno crece en lugares como Bosa y empieza a hacer otras cosas, como estudiar o hacer música, suele pasar que uno se da cuenta de que casi toda su vida la ha vivido en relación con este lugar y desconectado del resto de la ciudad, sin embargo, siempre está una sensación de irse, por eso mi canción favorita de Gato e’ Monte es la de Si los cerros quieren darle chumbimba a alguien porque habla de esa sensación dice que de acá pisarse es una ilusión, en mi caso no me quiero ir de Bosa, y es una decisión política ¿Cómo ve su decisión de permanecer acá?
En mi caso, quedarse, sigue siendo una vuelta económica. No me voy de Bosa porque a mí lo que me da sustento es mi trabajo en el asadero, pero siento también que si me fuera a vivir a Chapinero, otra sería mi música. Esa canción tiene que ver con los movimientos, con esos traslados. Cuando toco la canción hablo del túnel de Ricaurte porque allá los soldados le pedían a uno la libreta militar, ir al centro desde acá era difícil porque lo podían reclutar a uno. Pero vivir acá para mí sigue siendo muy significativo pues yo me siento bien acá, yo siento que este es mi lugar, el asadero es mi lugar también, yo siento todavía que esto es mi lugar musical, mi lugar de estar.
Sebastián: ¿Cómo concibe la relación entre la música y la comunicación popular, sobre todo a partir de la experiencia del paro y la música que hizo sobre eso?
Eso fue un ejercicio severo, cuando yo venía de aprender el mundo de lo llanero, el universo del joropo, veía que los manes hacían décimas y que cuando estaba Guadalupe Salcedo hicieron tal corrido y que ese corrido lo que decía es que los manes se pararon duro en Orocué y son décimas sobre cómo lucharon contra los conservadores. Eso creo que también pasa en Bogotá, mucho con el rap y sus narrativas.
Entonces cuando fue lo del paro, me dije hay que hacer canciones en ese sentido, como en un combate en el llano en los años 50 y al otro día o la misma noche, sentarse a narrar lo que pasó y hacerlo música. Hacer una canción y saber que esa canción se convertía en memoria, se convertía también en movilización, se convertía en una vaina que activaba muchas cosas. Creo que eso es comunicación popular, gente que tiene una necesidad directa e inmediata de comunicarse y se sienta a hacer una letra porque es necesario comunicar, porque es necesario, no solamente hablarlo, sino sentirlo, cantar, bailar, hacer otras cosas.
En ese sentido toda la música que surgió alrededor del paro me parece una chimba, creo que no ha habido una etapa en Bogotá en la historia reciente, donde se haya hecho música tan buena y con esa relación tan directa y tan contundente con lo que estaba pasando en la ciudad, un momento especial.
Sebastián: Cuente un poco de La turba
Fue en una de esas noches que yo salí del asadero con un chino, pues yo no había tropeleado y el man me dijo "vamos al frente". El man sí era re tropelero pero yo no tanto, por eso él se puso de escudo y yo iba atrás tirando rocas mientras esa hijueputa lata sonaba ¡Pa pa pa pa! La escena del paro. Llegué a la casa y descargué lo que había sentido y vivido en letra y en música. Era también narrar lo duro que fueron esos días.
Sebastián: Usted hablaba de que no se sentía tan músico, sino que sentía la música como una herramienta ¿Una herramienta de qué?
Ahorita, es una herramienta de subsistencia, una posibilidad de vida, pero también siento que la música es una herramienta para hacer parche, para hacer comunidad, para poder habitar un barrio y para poder seguir viviendo acá. Yo no podría hacerlo sin hacer música, siento que para poder habitar una ciudad es necesaria la música, para mí es una herramienta para poder vivir, para poder estar ahí. Estar ahí es eso, no solamente ganarse un salario y trabajar o lo que toque, estar ahí también es estar sintiendo la ciudad y todas sus cosas.
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